Para realizar el trayecto entre Tesalónica y Atenas tenía dos opciones: la primera el tren, que tardaría unas 5 horas y cuyo precio ascendía a los 40€, y la segunda el avión, con el que únicamente tardaría 50 minutos, y en el que gracias a ofertas de compañías lowcost encontraría billetes por menos de 30€. Normalmente suelo preferir el tren...pero dados los más de 40º de temperatura, los más que posibles retrasos y sobre todo, el ahorro de tiempo del trayecto, terminaría decantándome por la segunda opción.
Tras una media hora de viaje en autobús al aeropuerto, una hora de espera y 50 minutos de vuelo, por fin aterrizaría en el Aeropuerto Internacional de Atenas. Desde allí, tomaría el metro hasta la Plaza Syntagma, donde haría un transbordo en dirección a la estación de Metaxourghio, próxima al hotel donde pasaría las próximas dos noches.
Atenas es una de esas ciudades que con sólo nombrarlas nos evocan historia. Con una antigüedad de más de 3000 años, la ciudad ha sido cuna de algunos de los filósofos, artistas o escritores más célebres de la Edad Antigua, que no sólo contribuyeron al desarrollo del país, sino al de toda la civilización occidental. Actualmente, Atenas cuenta con un área metropolitana cuya población ronda los 4 millones de habitantes, siendo además de capital el centro político, económico y cultural más importante de Grecia.
Desde la Plaza de Metaxourghio, comenzaría a andar en dirección al Ágora Antigua, mi primera visita en la ciudad, en un paseo que rondaría los 20 minutos a pie. En la antigüedad, el Ágora ocupaba un papel fundamental en la sociedad griega...en ella se celebraban acontecimientos políticos, religiosos o culturales, pues además de centro de gobierno era considerada un lugar sagrado.
Desde allí comenzaría a andar en dirección al Acrópolis...un paseo que, a pesar de las cuestas, el tremendo sol y los más de 40º de temperatura, se haría bastante ameno, pues se trata de una zona repleta de tiendas de souvenirs, pequeños museos, varios templos y zonas en las que es posible disfrutar de algunas vistas interesantes de la ciudad.
Ya en la entrada, disfrutaría del que probablemente sea uno de los museos al aire libre más importantes del mundo...Acrópolis viene a significar ''parte alta'' de la ciudad, zona que, además de función defensiva, tiene un marcado carácter espiritual, pues en ella se sitúan algunos de los templos más característicos de la capital helena. El propio Partenón, de estilo dórico y construido en el 432 a.C, el Propileos, o entrada monumental que daba acceso a las instalaciones, el Templo de Atenea, el Erecteón, o el Teatro de Dioniso, son algunos de los monumentos que allí podremos disfrutar.
Pero si algo me marcó de la visita al Acrópolis, además del Partenón, fue la impresionante panorámica de la ciudad de Atenas que desde allí se puede contemplar....kilómetros de casas blancas se extendían en el horizonte junto al Monte Licabeto, la costa del Mar Egeo o el muelle del Puerto del Pireo, así como los templos, ruinas o edificios gubernamentales que ahora parecían miniaturas...una vista espectacular.
Tras visitar cada detalle del Acrópolis, volvería caminando al centro de la ciudad, deteniéndome en uno de los restaurantes de los alrededores para disfrutar de la gastronomía griega. No suelo acudir a muchos restaurantes, pues prefiero economizar al máximo cocinando yo mismo y así alargar la duración de los viajes...pero Grecia es un país cuya gastronomía obliga a darse un pequeño capricho...mousakka o lasaña de carne y berenjenas, el saganaki o queso frito, barbacoas, pastas, ensaladas, tzatziki o salsa de yogur con ajo y pepino, el tradicional queso feta...en definitiva, una amalgama de sabores a los que es casi imposible resistirse.
Después de mi pequeño tentenpié, continuaría con mi recorrido en dirección a otra de las ruinas más visitadas de la ciudad, el Templo de Zeus, construido entre los siglos VI y II a.C. y ubicado junto a otra de las obras más características de la ciudad, la Puerta de Adriano, con su particular arco de 18 metros de altura que antaño separaba la ciudad antigua de la nueva. No muy lejos de allí se encuentra una visita obligada para los amantes del deporte, el célebre Estadio Panatenaico, sede de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en 1896, cuyas gradas de mármol, así como una arquitectura insólita en cualquier estadio actual, nos hará sentir como los atletas de la antigüedad.
Pero Atenas no es sólo templos, ruinas y monumentos. Para conocer el centro neurálgico de la Atenas actual, no hay nada como dirigirse a la Plaza Syntagma, corazón de Atenas. Repleta de gente a casi cualquier hora del día, en ella tendremos la oportunidad de visitar el Parlamento griego, así como la Tumba del Soldado Desconocido, u hoteles como el Grande Bretagne, de 5 estrellas, uno de los más lujosos de la ciudad.
Me gustaba el ambiente de Atenas...al igual que me había ocurrido en Tesalónica, pero a una escala mucho mayor, la idea de ciudad insegura, destartalada...''en la quiebra'' que tantas veces había percibido en los medios de comunicación, se convirtió en una ciudad acogedora, en una de esas capitales sin rascacielos que, en el mejor de los sentidos, parecen ''pueblos grandes'', en los que a pesar de la distancia un visitante, en definitiva, igualmente mediterráneo, llega a sentirse como en casa.
Ubicación de los sitios que ver en Atenas
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